Las personas no percibimos lo que pasa de la misma manera. El mismo hecho puede ser una alegría para una persona y un drama para otra. La experiencia de la vida proporciona en gran manera es filtro. La educación recibida, las costumbres de la familia. Nuestro barrio, nuestra herencia genética.
Pero hay echos que distorsionan esa realidad ya filtrada por nuestros ojos. Las drogas son un ejemplo conocido. Existe aún hoy en día, un factor muy desconocido, que es el trauma. Experiencias sobrepasadoras que han dejado una fuerte impronta en el sistema nervioso, dejándonos enganchados a una sobrexcitación contínua o en el otro extremo en un encierro.
Cuando las experiencias han sido muy fuertes y nuestra vida terriblemente alterada buscamos remedio. Pero qué pasa con los pequeños traumas invisibles? Esas tonterías, cosas “normales”, porqué suceden contínuamente, pero que a nosotros no nos dejan vivir cómo quisiéramos.
Y me refiero a:
– Comentarios sin intención que nos hacen sentir muy mal
– Miradas percibidas como un ataque que hace que nos cerremos
– Grupos de amigos con los que nos gustaría estar pero en el que nos sentimos muy inseguros
Nuestra cabeza sabe que no pasa nada, que nadie nos ataca, pero nuespro cuerpo se comporta como si vivieramos amenazados. Y eso nos hace sentir aún peor. No pasa nada y me comporto, siento la experiencia como de una dificultad muy grande. Y dejo de hacer cosas, de ver personas, de ir a sitios a los que me gustaría mucho ir. Y me siento estúpido, un imbécil.
Es difícil ver en esas situaciones la relación con eventos del pasado, porqué muchas veces están muy separados en el tiempo, y parece que como no ha pasado nada nos estemos “inventando” todo.
A menudo, ese sistema nervioso se ha ido desajustando a partir de un cúmulo de situaciones pequeñas, que al irse juntando han echo, que en un momento dado, ya haya sido demasiado.
Un gran número de personas viven en una “superficialidad” forzada. En un facebook emocional, donde sólo dejamos ver una pequeña parte, la que nos interesa y podemos. Porqué si profundizamos, si intimamos, aparecen por arte de magia “esas tonterías” que desencadenan todo otra vez. Cuando encuentro un gran trabajo, una pareja increíble, cuando me jubilo…… luego aparece otra vez ESO. Y es que nunca desapareció, se tapó con alguna que otra ocupación. Esas personas sufren muchísimo, porqué aunque desde fuera pueda parecer que no quieren relacionarse, que son tímidas, antipáticas, sufren porqué como todo ser humano tienen unas ganas infinitas de conectar, de relacionarse, de ser vistos y queridos por otros iguales.
Por eso me enamoré de las terapias somáticas, que no juzgan, que miran donde está el dolor y a base de tirar del hilo, llegan a la raíz, liberando al cuerpo. Vaciandolo de lo que le impide vivir tranquilamente, de vivir en paz. Fuera de juicios, que añaden más dificultad, lejos de explicar mil veces las experiencias, muchas veces vergonzosas, que nos ha tocado vivir.
No hace falta explicación, ni entendimiento desde lo cognitivo. Sólo abrirnos a sentir, cogidos de la mano de una persona capaz de contenernos, de guiarnos, de ofrecer la seguridad que pide el cuerpo para soltarse.
Es impresionante la capacidad de adaptación del ser humano y de su sistema nervioso. Las ganas de superación personales, porqué en una sociedad tan rica en posibilidades de “atontamiento” se necesita voluntad para , como dice Homer Simpson, “elejir en tu vida un callejón sin salida y así poderte relajar hasta que te mueras”.